The Antarctic Treaty System: Why is it a successful example of global governance? EN|ES

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The Antarctic Treaty, now with more than 40 signatories including the US and China, asserts the continent’s neutrality and global patrimony. However, territorial claims were made long before the arrangement was put in place, and Chile, Argentina and Australia (alongside France, New Zealand, Norway and the UK) are included in that list. With this in mind, one could ask - how does the treaty seem to endure despite competing claims made by the signatories themselves?

Disagreements regarding territorial sovereignty in the Antarctic Treaty are not out of the equation. However, the Treaty acts as a buffer before conflicts can escalate, because it puts aside all pretensions of territorial sovereignty in the continent, with no new claims or modification to the old ones allowed while the instrument is in place. It is not until 2048 that the Treaty is up for renewal. Signed in Washington on December 1, 1959, it also established that the continent must be used only for pacific ends, banning any military activity and tests of all sorts of weapons. 

Despite the importance of the Treaty, further international initiatives were made in 1991 to address the issue of Antarctic conservation. Matters such as climate change and the need to protect diverse ecosystems started to dominate the agendas of governments around the world, resulting in an echoing of the Antarctic Treaty. In light of this, the continent’s unique ecosystem became protected under the Madrid Protocol (also known as the Protocol on Environmental Protection to the Antarctic Treaty) signed on October 4, 1991. Primarily, it banned any type of mineral resource exploitation, unless for scientific means. This resolution is still in place and can only be lifted under a consensus vote, meaning all treaty members must approve of its demise. 

Both the Treaty itself and the Madrid Protocol are part of what is now known as the Antarctic Treaty system. It is made up of four legally binding international agreements that set out a specific governance framework for the region: the aforementioned Antarctic Treaty and the Madrid Protocol, as well as the 1972 Convention for the Conservation of Antarctic Seals, and the 1980 Convention on the Conservation of Antarctic Marine Living Resources.

Returning to the matter of territorial claims, the legal foundation on which such states base their claims vary, and represent a combination of arguments including, but not limited to discovery, occupation, inherited rights, geological similarity and geographical proximity. For instance, Argentina and Chile base their Antarctic claims on geographic contiguity and geologic continuity with their southern Latin American territories, as well as their setup and permanent occupation of Antarctic bases. It is, therefore, no surprise, that these claimants favour a treaty that places geopolitical importance on the assurance of peace on their southern frontiers. 

Australia, on the other hand, has a long connection with Antarctica that can be traced to the Australasian Antarctic Expedition of 1911 to 1914 led by Sir Douglas Mawson. There also have been frequent expeditions since 1947, all sponsored by the Australian National Antarctic Research Expedition. Its involvement is spurred both by scientific and strategic motivations. The Antarctic Treaty System also provides Australia with a peaceful southern frontier, a ban on mining and an ecosystem-based management of fisheries. It is worth noting that China’s increased activity on the continent may have caused alarm for some in the country. The rising Asian power is increasingly assertive in the Treaty system, primarily over fishery access, but also on the icy territory itself, sparking geopolitical concerns, especially should the Treaty fall. 

It is clear that the success of the Antarctic Treaty has something to do with the fact that it only deals with issues that can be resolved relatively easily, like scientific cooperation, whilst avoiding fundamental problems such as the competing territorial claims. This has contributed to its longevity and is the main reason why more contentious topics like land disputes have not become a flashpoint. Does this make it a successful example of global governance or does it simply dodge the key tenets instead? While it may not have tackled the rocky issue of territorial claims, it has assured peace in the continent by preventing the development of those claims, and has also contributed to safeguarding resource competition among states.  The question moving forward is: will the signatories continue to abide by the Treaty in the years to come, or will some states defy it? Only time will tell, but as long as the international community continues to abide by these agreements, Antarctica will remain a place for humanity as a whole. 

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El Tratado Antártico, el cual cuenta con más de 40 signatarios entre los que se encuentran EE. UU. y China, afirma la neutralidad del continente y su estatus como patrimonio mundial. Sin embargo, antes de que se estableciera el acuerdo se hicieron reclamos territoriales, y Chile, Argentina y Australia (junto con Francia, Nueva Zelanda, Noruega y el Reino Unido), están incluidos en esa lista. Con esto en mente, uno podría preguntarse: ¿cómo perdura el tratado a pesar de los reclamos contrapuestos de los propios signatarios?

Los desacuerdos sobre la soberanía territorial en el Tratado Antártico no están fuera de la ecuación. Sin embargo, este actúa como amortiguador ante la escalada de conflictos, porque deja de lado todas las pretensiones de soberanía territorial en el continente, no permitiéndose nuevas reivindicaciones o modificación de las antiguas mientras el instrumento esté vigente. No es hasta 2048 que el Tratado se renovará. Firmado en Washington el 1 de diciembre de 1959, también estableció que el continente debe ser utilizado únicamente con fines pacíficos, prohibiendo cualquier actividad militar y ensayos de todo tipo de armas.

A pesar de la importancia del Tratado, en 1991 se realizaron más iniciativas internacionales para abordar el tema de la conservación de la Antártida. Temas como el cambio climático y la necesidad de proteger los diversos ecosistemas del planeta comenzaron a dominar las agendas de los gobiernos de todo el mundo, repercutiendo alrededor del Tratado. A la luz de esto, el singular ecosistema del continente quedó protegido bajo el Protocolo de Madrid (también conocido como el Protocolo sobre Protección Ambiental del Tratado Antártico) firmado el 4 de octubre de 1991. Principalmente, prohibió cualquier tipo de explotación de recursos minerales, a menos que sea con fines científicos. Esta resolución aún está vigente y solo puede ser levantada mediante una votación por consenso, lo que significa que todos los miembros del tratado deben dar su voto positivo para que se lleve a cabo la acción propuesta.

Tanto el Tratado en sí como el Protocolo de Madrid son parte de lo que ahora se conoce como el sistema del Tratado Antártico. Está compuesto por cuatro acuerdos internacionales jurídicamente vinculantes que establecen un marco de gobernanza específico para la región: los mencionados Tratado Antártico y el Protocolo de Madrid, así como la Convención para la Conservación de las Focas Antárticas de 1972, y el Acuerdo de 1980 Convención sobre la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos.

Volviendo a los asuntos territoriales, el fundamento legal en el que los estados demandantes basan sus reclamos varía y representa una combinación de argumentos que incluyen, entre otros, descubrimiento, ocupación, derechos heredados, similitud geológica y proximidad geográfica. Por ejemplo, Argentina y Chile centran sus reclamos antárticos en la contigüidad geográfica y la continuidad geológica con sus territorios del sur de América Latina, así como en el establecimiento y ocupación permanente de bases antárticas. Por lo tanto, no sorprende que ambos países estén a favor de un tratado que otorga importancia geopolítica a la garantía de la paz en sus fronteras del sur.

Australia, por otro lado, tiene una larga conexión histórica con la Antártida que se remonta a la Expedición Antártica de Australasia de 1911 hasta 1914 dirigida por Sir Douglas Mawson. También ha habido expediciones frecuentes desde 1947, todas patrocinadas por la Expedición Nacional Australiana de Investigación Antártica. Su participación está impulsada tanto por motivaciones científicas como estratégicas. El Sistema del Tratado Antártico también proporciona a Australia una frontera sur pacífica, una prohibición de la minería y una gestión de la pesca basada en el ecosistema. Vale la pena señalar que el aumento de la actividad de China en el continente puede haber comenzado a hacer sonar las alarmas para algunos en el país. La potencia asiática es cada vez más asertiva en el sistema del Tratado, principalmente en lo relacionado al acceso a la pesca, pero también en el territorio helado, lo que genera preocupaciones geopolíticas, especialmente si el Tratado cae.

Está claro que el éxito del Tratado Antártico tiene algo que ver con el hecho de que solo se ocupa de cuestiones que pueden resolverse con relativa facilidad, como la cooperación científica, mientras evita problemas fundamentales como las reivindicaciones territoriales contrapuestas. Esto ha contribuido a su longevidad y es la razón principal por la que temas más polémicos como las disputas por la tierra no se han convertido en una prioridad. ¿Esto lo convierte en un ejemplo exitoso de gobernanza global o simplemente elude los asuntos principales? Si bien es posible que no haya abordado el complejo tema de los reclamos territoriales, ha asegurado la paz en el continente al obstaculizar el desarrollo de esos reclamos y también ha contribuido a salvaguardar la competencia por los recursos entre los Estados. La pregunta a futuro podría ser: ¿seguirán los signatarios acatando el Tratado en los años venideros, o algunos Estados lo desafiarán? Solo el tiempo lo dirá, pero mientras la comunidad internacional siga respetando estos acuerdos, la Antártida seguirá siendo un lugar para la humanidad en su conjunto.

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